Emblema de la ciudad

Emblema de la ciudad
Palacio Municipal de 1888

viernes, 15 de octubre de 2010

Colectividades

San Pedro es una ciudad que se ha forjado por la lucha constante de muchos que han llegado desde tierras lejanas, con la esperanza de encontrar un mundo mejor, por el cual construír una sólida esperanza para aquellos que vendrían después. Alemanes, Libaneses, franceses, sirios, irlandeses, españoles, italianos y mallorquines.
Todos ellos trayendo un trozo de su patria, un fragmento de su cultura como para no olvidar que a pesar de todo la Madre Patria jamás se debe olvidar.
Los españoles con la tenacidad propia de aquellos que quieren avanzar en 1875 construyeron su sede social, en pleno corazón de la ciudad. Aún hoy sigue permanenciendo en el lugar. La calle Mitre al 875 conserva su tradicional rincón de encuentro entre jovenes, adultos.
Lo mismo la Sociedad Italiana para no perder los lazos con aquellos que no pudieron decidirse a dejar su terruño levantaron ladrillo a ladrillo en 1873 la Unione Bevebolenza o La Sociedad Italiana. Siguen como en aquél entonces luchando diariamente para conservar ese lazo que no se pierde más allá de las distancias.
Para destacar la labor sacrificada de los primeros irlandeses que llegaron con la idea de escapar a malos momentos de su tierra natal y quienes encontraron cobijo en estos solares. Como tantos otros que llegaron no dudaron en trabajar hasta lograr organizar y fundar parte de nuestra ciudad. El paraje de Santa Lucía los recuerda siempre porque fueron ellos que con su bondad amasaron un futuro de prosperidad y más allá de que hoy muchas cosas pasaron al olvido, nadie olvida a esas familias que prefirieron abrir sus manos para dar y dar.
Y amasando un futuro llegaron los mallorquines, instalándose la mayor cantidad en esta ciudad. De ellos se heredó un postre que se adoptó como propio, en San Pedro y que es difícil que alguien se niegue a probar. La famosa ensaimada, elaborada con productos que siempre abundaron en estas tierras.
Desde las Baleares llegaron una y otra vez hasta que Felanitx se hermanó con San Pedro, un destino unido por la fraternidad.

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